La Isla de los Dinosaurios es una película mexicana de 1967 dirigida por Rafael Portillo.
Desde finales del siglo XIX, con el descubrimiento de sus primeros fósiles, los dinosaurios han cautivado la imaginación humana por generaciones. La idea de que mucho tiempo antes de nosotros existieron monstruosos lagartos gigantes ha dado paso no solo a diversas teorías científicas, también es la fuente de inspiración para un sinfín de historias que incursionan en géneros como la fantasía, ciencia ficción y hasta el terror.
Partiendo de esta fascinación, en 1912, el escritor escosés Arthur Conan Doyle publicó El mundo perdido, una novela que narra las aventuras del Profesor Challenger y su valiente grupo de exploradores, quienes al internarse en la profundidades de la selva amazónica terminan descubriendo un páramo desconocido que rebosa de criaturas y ecosistemas prehistóricos. Con la llegada del cine, El mundo perdido tuvo su primera adaptación cinematográfica en el año de 1925. Además de su invaluable contribución a las técnicas de efectos especiales, esta película se convirtió en la piedra angular de cualquier otra cinta que involucre dinosaurios en su trama, sentando las bases para futuras producciones como King Kong o Jurassic Park.
Años más tarde, durante la década de los sesenta, llegó La isla de los dinosaurios (1967), una curiosa película mexicana que más o menos intenta adaptar el libro de Arthur Conan Doyle. La historia, dirigida por Rafael Portillo, comienza con el Profesor (personaje sin nombre, ni apellido interpretado por Manolo Fabregas) un hombre de ciencia cuya inverosímil meta es encontrar la ciudad perdida de la Atlántida y para lograrlo reúne un reducido pero audaz grupo de expedición. Juntos se marchan a la aventura, sin embargo su viaje se ve truncado por una terrible tormenta que provoca el choque de su avioneta contra una misteriosa isla en la que pareciera que el tiempo se detuvo, ya que en ella no solo reinan los dinosaurios sino que también está habitada por una tribu de cavernícolas primitivos.
La producción de la película
La isla de los dinosaurios cumple con todos los clichés de las películas sobre aventuras prehistóricas. Tenemos paisajes exóticos, criaturas salvajes, un desastre geológico, científicos nobles pero al mismo tiempo irresponsables y poco respetuosos con el mundo natural.
Además de todo lo anterior, esta cinta nos muestra el choque cultural entre el pasado y el presente de la mano de una historia de amor muy al estilo de la vista en “Tarzán” entre una científica moderna (Alma Delia Fuentes) y un hombre salvaje (Armando Silvestre).
El estudio responsable de la producción, quizá por motivos de presupuesto, no desarrolló ninguna técnica de efectos especiales, para la aparición de las criaturas se tomó metraje original de la película de 1940 One Million years B.C. y posteriormente se fueron adaptando las escenas para mantener cierta coherencia visual. Los dinosaurios de la isla en realidad son animales como iguanas, lagartijas, cocodrilos, serpientes y hasta un armadillo al que de manera muy cuestionable se le agregaron cuernos con pegamento para simular la apariencia de un triceratops, todos ellos fueron filmados en maquetas a escala y luego dichas filmaciones fueron proyectadas en una pantalla delante de los actores en el set para así dar la ilusión de tener un tamaño gigantesco.
La isla de los dinosaurios es una película que no ha envejecido muy bien, ya en su época era visualmente pobre, las actuaciones son malas y por momentos es exageradamente infantil. Sin embargo su visionado es recomendable ya que su guión busca ser diferente a sus contemporáneos, dejando atrás a los luchadores y a los científicos, yendo así por el camino aventurero de la ciencia ficción. Es una curiosidad que nos muestra que el cine mexicano puede tomar riesgos contando historias tan disparatadas como entrañables.
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